
El Señor no rechaza al afligido, no desprecia a los que sufren, ni esconde de ellos su rostro; cuando a él claman, les responde. (Salmos 22:24)
“El lunes en la madrugada me frustré. Llegó prácticamente el desánimo. -- Me levanté a las 5:00 de la mañana -- No quería orar. Pero me postré y le dije a Dios que me dolía la cabeza. Ciertamente tenía dolor de cabeza.
Le dije a Dios: ¡Llevo más de Siete meses orando y no veo nada! ¡Yo creo que hasta te olvidaste de mí!
Me quedé dormido hincado de rodillas y soñé que estaba orando en un bote grande blanco. Alguien más oraba cerca de mí. Aparezco después acostado sobre una carpeta roja. Alguien me toca por detrás. Un cable baja del cielo. El techo estaba oscuro. Allí me desperté. Entonces me dije a mí mismo ¡Tranquilízate Jonás, algo está por suceder!” … Así termina el sueño del pastor.
Las ceremonias, las celebraciones y los ritos que se practicaban en el Antiguo testamento, eran sombra de lo que había de venir. De igual manera sucede con los sueños. Aunque no siempre los entendamos, Dios nos habla a través de ellos.
¿Y por qué Dios no nos habla más claro? ¿Por qué se vale de esos misterios que deben ser descifrados con la lupa del Espíritu Santo? Pues, ¡Porque precisamente el Espíritu Santo viviendo dentro de nosotros nos revelará lo sobrenatural! Porque todo lo que Dios creó es bueno. Porque Dios en su bondad nos ha dado los sueños y las visiones para ser bendecidos y para bendecir a otros.
El sueño que tuvo el pastor fue referido por él mismo mientras predicaba. Yo estuve atenta a cada palabra que expresaba. Y creo que mi espíritu también lo estaba.
El profeta Elías en el monte Carmelo dio muerte a 850 profetas falsos. Oró e hizo bajar fuego del cielo. Solo por su declaración había lluvia, y por su declaración había sequía. ¡Que poderoso! No obstante, recordemos algo: Pasados pocos días, el profeta Elías no estaba haciendo bajar fuego del cielo, sino deseando morir a causa de la persecución injusta de la malvada Jezabel.
Mientras nosotros vemos la gloria de Dios, el enemigo de nuestras almas está maquinando qué hacer para desanimarnos y para que perdamos de vista las victorias pasadas. Pero este adversario olvida que, aunque haga lo que haga, siempre será para bien todo lo que nos acontezca. ¡ALELUYA! (Romanos 8:28)
Por tanto, cuando el desánimo nos visite, hagamos lo que hizo el pastor: Seamos honestos con Dios y con nosotros mismos. Esto es efectivo para recibir la ayuda divina. Digamos al Señor cómo nos sentimos. Hablemos con él a cara descubierta como habla un hombre con su amigo. (Éxodo 33:11)
Estemos seguros que, si somos sinceros, Dios nos mostrará su amor y misericordia. ¿Acaso Dios es injusto para no responder cuando le hablamos? Él generalmente nos escucha sin interrumpirnos, pero también se toma su tiempo para hablarnos. ¿Y de qué manera lo hace? De muchas maneras: A través de su Palabra escrita. En sueños. En visiones. Por el testimonio interior. A través de otras personas. A través de situaciones específicas. Entre otras.
Hay un Gran “Bote Blanco” llamado la IGLESIA DE CRISTO, donde millones y millones de cristianos oran sin cesar. Es decir, que mientras yo estoy orando, otros también lo están haciendo en su turno. Hay oración permanente llegando al trono de Dios. Quizá muchas veces nos sentimos solos y abandonados. Sin embargo, al igual que nosotros, hay hermanos y hermanas clamando por situaciones similares a las nuestras. A lo cual el apóstol Pedro en una ocasión dijo:
Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar. Resístanle, firmes en la fe, sabiendo que en todas partes del mundo los hermanos de ustedes están sufriendo las mismas cosas. (1 Pedro 5:8-9)
Cierto es que, algunas veces, cuando al parecer nuestras oraciones no pasan del techo. Cuando el cielo se torna oscuro, no vemos bajar el “cable plateado” con la respuesta a nuestras oraciones. No obstante, mientras dormimos y sin darnos cuenta cómo sucede, Dios sigue trabajando a nuestro favor. ¡Que bendición es poder ver el "cable" descender!
El maligno podrá enviar sus dardos de fuego con la intención de destruirnos. Pero lo más que puede hacer es afligir si Dios se lo permite. Él jamás podrá arrebatarnos de las manos del Señor. El enemigo no podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Dios tiene su rostro hacia nosotros oyendo nuestro clamor. No solo inclina su oído para oír, sino que nos mira con amor mientras nos oye. ¡Este es nuestro Dios. Nuestro Padre y Amigo! A Él debemos venir confiadamente y en Él podemos descansar.
El Señor está atento a nuestras oraciones,
Mientras hablamos escucha las peticiones.
Nos observa como lo haría el mejor amigo,
O como el novio que se ha comprometido.
Hoy tengo razones suficientes para alabar,
Para glorificar y bendecir su Santo Nombre.
Hoy es una ocasión oportuna para celebrar,
Gracias Señor porque tu rostro no escondes.
Gracias porque no rechazas al afligido,
Gracias porque tu rostro no escondes.
Cuando nosotros clamamos prestas oído,
Y a nuestras oraciones diarias respondes.
No me abandonas ni me pones en olvido,
Tú, a ninguno de los que sufren desprecias.
No retraes tu rostro, pero sí inclinas tu oído,
A todo aquel que clama con suma reverencia.
