
Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana,
despertará mi oído para que oiga como los sabios. (Isaías 50:4)
En la Biblia se hace gran énfasis acerca del oír y del hablar. Principalmente en el libro de Proverbios encontramos instrucciones sabias que nos ayudan a afinar nuestros oídos para oír como los sabios. Veamos este ejemplo:
Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo, para entender proverbio y declaración, palabras de sabios, y sus dichos profundos. (Proverbios 1:5-6)
Después de meditar en la importancia del oír a Dios, no me queda ninguna duda de que la mañana es el mejor tiempo que él ha escogido para despertar nuestro oído espiritual. También es de mucho gozo saber que Dios toma cuidado de sus hijos usando el tiempo de la mañana, con el fin de asegurarles el éxito de cada día. ¿Cómo lo comprobamos? Vemos este orden:
Dios nos abre el oído espiritual en la mañana y nos habla. Luego nos envía a hablar a otros y a tomar sabias decisiones de acuerdo con lo que él nos ha dicho. Pero, ¿Qué sucedería si no le hubiésemos oído?
¡El oír a Dios es un tema apasionante! A lo largo de mi vida cristiana he sabido de personas que han manifestado su anhelo de oír a Dios. Algunas de estas personas dicen que desean aprender. Otras dicen que no saben cómo hacerlo. Y pocos confiesan haberlo logrado. ¡Yo estoy apenas en el proceso!
Partamos de este hecho: Dios es Espíritu, Por tanto, hay que oírle espiritualmente. Así que no es un fanatismo. No es una idea errónea o caprichosa que debamos disponer nuestros oídos a tempranas horas del día, cuando aún el ruido no se ha manifestado. ¡Jesús es nuestro mejor ejemplo! Él se levantaba siendo aún muy oscuro para ir a habar con su Padre. Era a esas horas cuando seguramente recibía las instrucciones de lo que debía hacer. Y como resultado, Jesús nunca se equivocaba en la toma de decisiones. No sanaba a todos los enfermos. No iba a cualquier lugar. No escuchaba todas las voces. Pero sí hacía siempre la voluntad de quien lo había enviado: El Padre. ¡Aleluya!
Dios da susurros mañana tras mañana. Habla suavemente y habla en alta voz hasta despertarnos. Esta es la voz que necesitamos oír, y esta es la voz que debemos anhelar.
Señor, tu Palabra es la que mi oído despierta,
Y hace que mi mente pueda estar en calma.
Tú eres quien mañana tras mañana me alienta,
A buscar la sabiduría que trae paz a mi alma.
La sabiduría no procede de hombres mortales,
La sabiduría es de Dios. Él es quien la origina.
Son cosas extraordinarias, no son naturales,
¡Ven, acércate a la fuente, a la fuente divina!
Para oír como los sabios nuestro oído entrena,
Y para hacerlo se vale de su palabra buena.
Entonces en esta mañana a Dios me acercaré,
Para recibir la sabiduría que seguro obtendré.
Deja que despierte tu oído para oír con sabiduría,
Para que sean tus palabras como bálsamo al hablar.
Y si dispones tu corazón cada mañana y cada día,
Cuando tomes decisiones menos te vas a equivocar.
